Aníbal González Álvarez-Ossorio quizá sea el arquitecto sevillano del siglo XX con mayor reconocimiento social no solo alcanzado durante su vida sino incluso hoy, casi noventa años después de su muerte. Un fenómeno excepcional sustentado en que se le identifique con la Exposición Iberoamericana de 1929, en particular con sus dos obras principales, la Plaza de América y la Plaza de España. Conjuntos que abrazan el Parque de María Luisa e imprimen de carácter regionalista a la Sevilla del primer tercio del siglo XX. Un carácter que la ciudad fue integrando de su mano en sus calles y plazas, así como por la de otros arquitectos, como Juan Talavera Heredia o José Espiau Muñoz, dotados también de un gran dominio de los recursos formales y constructivos de fuerte matriz conservadora en aquel periodo complejo y delicado de España en los años del reinado de Alfonso XIII. Los fundamentos academicistas de su formación, el pensamiento nacionalista, la empatía de la arquitectura tradicional frente al distanciamiento de las tendencias innovadoras, el reconocimiento y admiración por los oficios artísticos, los atributos tectónicos, de la luz y del color, fueron afianzando en Aníbal González la anifestación de una fuerte personalidad expresada en su arquitectura. En este libro, editado por primera vez en 1973, cuya estructura y lenguaje juvenil conserva, el lector tendrá ocasión de apreciar la singular personalidad de una de las figuras clave en la confrontación cultural entre tradición y modernidad de hace un siglo en España. Al tiempo que podrá apreciar cuanto de ese conflicto pervive en nuestros días.