Los Anales de Fulda, ahora traducidos por primera vez del latín al español, fueron llamados así porque desde el siglo XVII se atribuyó la autoría de parte de ellos a Rodolfo de Fulda, monje benedictino discípulo de Rabano Mauro, y porque se cree que se emplearon para su redacción los materiales de la abadía de Fulda (Hesse, Alemania). Se ofrece en ellos la más detallada descripción narrativa del reino franco oriental desde la muerte de Luis el Piadoso hasta el final del siglo IX. Son, pues, los equivalentes de los Anales de San Bertín para el reino franco occidental. Pero mientras que los Anales de San Bertín presentan un engranaje relativamente sencillo, pues suponen una continuación de los Anales reales francos debida a dos autores identificados: Prudencio de Troyes e Hincmaro de Reims, los Anales de Fulda presentan una génesis más compleja, con distintas secciones atribuidas a diferentes autores (Eginardo, Rodolfo de Fulda, Meginardo de Fulda y un autor bávaro anónimo), que es lo normal en la confección de los anales de los primeros tiempos de la alta Edad Media. Los Annales Fuldenses, en fin, que no son continuación estricta ni directa de los Annales regni Francorum, comienzan a narrar la historia carolingia casi desde el principio y sin continuar anales anteriores, acercándose siempre en sus consideraciones a la línea oficial para acabar finalmente erigiéndose en la voz de la Corte.