Fernando Romay le puso un tapón a Michael Jordan en una madrugada que llevó al baloncesto español hasta el cielo de Los Ángeles en 1984. Fernando fue protagonista de un tiempo de juego cuyo recuerdo evoca esfuerzo, sudor y también algunas lágrimas. Fue el más alto de un país que miraba más hacia abajo que hacia arriba, y vivió en primera persona una década vibrante de un baloncesto que él bailaba en un Real Madrid muy especial, por el que pasaron jugadores como Corbalán, Brabender, Delibasic, Iturriaga, Biriukov, Sabonis, Petrovic o Fernando Martín. Una banda de música que no se entiende sin el Barcelona de los Epi, Sibilio, Jiménez, Solozábal o Audie Norris. Desde entonces ha llovido mucho. Tanto, que es difícil explicar la sequía de la que surgió la generación de Romay en el baloncesto español, el mismo que hoy triunfa sin estridencias por todo el mundo. Este libro cuenta ese viaje de la mano del protagonista, sin atender en exceso a las estadísticas, sino a recordar cómo fue aquel tiempo dentro y fuera de la cancha. Un trayecto vital en el que abundan las anécdotas, como la de aquella señora que al encontrarse frente al jugador en la basílica del Pilar, en Zaragoza, se santiguó y puso una cara como si acabara de ver al Altísimo.