El pasado nos atrae de una manera tan fuerte que crecemos en medio de los recuerdos familiares. Todos preguntamos a nuestros padres, abuelos y personas cercanas que nos conocieron de pequeños, cómo éramos entonces. Más tarde preguntamos sobre nuestros padres y abuelos, y de esta forma vamos formando nuestra pequeña historia familiar. En esta reconstrucción las cajas con fotografías forman nuestro álbum familiar. Porque cada álbum familiar es un catálogo íntimo de recuerdos: un intento de anclar la memoria contra el vaivén del olvido. En casi todos los hogares hay un álbum así, con instantáneas intrascendentes o memorables, nostálgicas o divertidas, pero a Albacete le faltaba el suyo. Gracias a la colaboración de los ciudadanos, el Instituto de Estudios Albacetenses ha podido recopilar y documentar, foto a foto, una parte indispensable del pasado de la ciudad, conjugada en primera persona del plural: la del nosotros. Estas fotografías cuentan una historia paralela a la oficial. La de la gente modesta, sin nombre, que compartió vicisitudes y esperanzas, penurias y avance. Gente que logró, quizá sin pretenderlo, sincronizar su esfuerzo para impulsar el progreso de Albacete. Ésta es la crónica de aquellos que hilvanaron un tejido colectivo y que ahora, a través de este álbum, se reconocen y son reconocidos. La ruta de este mapa sentimental de Albacete empieza a trazarse con fotos muy antiguas: desde 1870 hasta la década de los 80 del pasado siglo. Y si hay un símbolo común a lo largo de ese tiempo, un acontecimiento marcado en todos los calendarios es, sin duda, la Feria. Gracias a algunas fotografías podemos contemplar qué aspecto tenía cuando la Cuerda era territorio de carruajes y caballerías. Muchas de las imágenes que componen este gran mosaico humano son retratos familiares. De su distinta condición económica y social dan pistas la indumentaria, el escenario o las posturas. Hay fotos de familias que sólo posaron juntas una vez, para dejar constancia de su identidad, para afirmar su pertenencia. Con el paso de los años, ese documento ha adquirido un valor emocional incalculable. Por ejemplo, para Manuel: miembro de una familia de 10 hermanos, formada por dos viudos que cosieron, al unirse, las heridas de la pérdida. La generación de Manuel, la de la posguerra, sobrevivió a base de sacrificio y voluntad. Fueron tiempos duros, quizá por eso las sonrisas parecían contenidas, incluso en los días felices. Las mujeres eran la columna vertebral de la vida doméstica, con un ímprobo trabajo a la espalda. Madres y abuelas coraje, como Pilar, que posa con orgullo con la llave de "las portás". Llaves que en lugar de cerrar puertas, abrían el espacio del hogar a la vecindad. El álbum refleja el lento tránsito de un Albacete de origen agrario a una sociedad más urbana, donde empezaron a florecer talleres artesanos, fábricas o almacenes. La actividad laboral, en distintos oficios, cimentó el futuro y la emancipación de muchos jóvenes de entonces. En algunas imágenes parece que el reloj se ha parado de repente: en pleno pedido, en esta tienda de ultramarinos. Si cerramos los ojos, aún flota el olor a pimentón o mantecados en el ambiente, y la memoria olfativa nos transporta a esa época en que comercios como éste, eran pequeños y potentes motores de actividad económica y vínculo social. El corazón del barrio. Las fotos infantiles ocupan muchas páginas de este álbum: testimonios de inocencia y de juego; de estudio y sed de aventura. Los niños de aquellos tiempos no eran tan distintos de los de hoy. Tenían pocos recursos a su alcance, pero las carencias se suplían en la fábrica de la imaginación, a lomos de un caballito. A pesar de las dificultades, la mayoría de las fotos reflejan instantes de alegría y celebración que los albaceteños querían inmortalizar. En sus estudios o en la calle, los fotógrafos de entonces dieron cuerpo a ese deseo de perdurar. Esta exposición les rinde también tributo. Sin embargo, si miramos con mucho detenimiento y nos fijamos en las fechas de algunas fotografías, descubriremos la ruptura de la guerra civil. Hay en los mismos personajes distintas miradas, distintas formas de vestir, incluso desaparecen celebraciones como el carnaval, prohibido durante la dictadura, y las fotografías de celebraciones religiosas reflejan un antes y un después. Este álbum, en fin, permite volver la vista atrás para descubrir quiénes fuimos. Reencontrar a los abuelos, a los compañeros de escuela o trabajo, o simplemente, rostros familiares de aquel Albacete, mucho más pequeño, donde casi todo el mundo se conocía de vista. Es la oportunidad de darnos cuenta de la identidad colectiva que el tiempo ha fraguado. Estas fotos cuentan sin palabras la historia de todos, ilustran el cambio y ayudan a valorar lo que tenemos en el presente, aquí y ahora. Pero quedan más páginas por llenar. Vidas cruzadas, de pudientes y obreros; de bodas y bautizos, de escuelas y oficios; de deseos de huída y paseos sin prisa por la ciudad. Un testimonio ilustrado de lo que hemos sido, de las raíces que nos sustentan, para trazar, tal vez, el rumbo de Albacete hacia el porvenir. El catalogo que tienes en tus manos es solo un primer paso. Ahora Albacete, mañana el resto de la provincia. Y siempre sobre las base de la participación ciudadana. Cuando lo consigamos, entonces, y solo entonces, sabremos que hemos llenado de sentido el lema que unificó las tres exposiciones del Centro Cultural La Asunción: Albacete, una historia de todos.