Cuando, a finales de 1999 la revista Time eligió al personaje del siglo para inmortalizarlo en la última portada del siglo XX, el nombre de Einstein se impuso al de gigantes del calibre de Roosevelt, Churchill o Gandhi. Puede parecer extraño que se diese este reconocimiento a un constructor de universos, no de imperios, como lo definió George Bernard Shaw, pero la elección fue sumamente apropiada. Nadie ha encarnado como Einstein los dos rasgos distintivos del pasado siglo: el extra ordinario progreso de la ciencia y la lucha contra los totalitarismos y a favor de los derechos civiles. La literatura sobre Einstein es inmensa, pero está formada sobre todo por testimonios clásicos, voluminosas biografías y sesudos estudios de su obra científica. A cien años de la formulación de la teoría general de la relatividad, este libro lleva a cabo una operación cultural muy necesaria: fusionar al científico con el hombre, sus teorías geniales con sus flaquezas privadas, su imagen de mito absoluto de la creatividad científica con su imagen popular, y todo ello de forma amena, con fidelidad histórica y rigor científico. En resumen, una magnífica introducción a la vida y a las ideas de un genio, un retrato de la compleja figura del científicohumanista, cuya mirada se extendió desde los más profundos recovecos de la materia a los más remotos horizontes del universo infinito. Difícilmente un libro de divulgación científica será más oportuno: su publicación se produce poco después del descubrimiento de las ondas gravitacionales previstas por la teoría de la relatividad general de Einstein, teoría que se publicó hace casi exactamente cien años, el 11 de mayo de 1916 en la revista Annalen der Physik. También el subtítulo es apropiado: constructor de universos, porque las ondas gravitacionales apuntan al corazón de la fuerza de la gravedad, la más débil y a la vez la más poderosa de las fuerzas que actúan en la naturaleza, la fuerza que comprimiendo las nebulosas enciende las estrellas, y diseñando la geometría del universo decide su destino. Vincenzo Barone traza el perfil cognitivo de Einstein (sensibilidad estética, pensamiento divergente o lateral, irreverencia pero no desprecio respecto a la autoridad, fe en el pensamiento racional y en la representación matemática de la naturaleza) y lo enhebra con las vicisitudes humanas relacionadas con la carrera y con la vida sentimental de Einstein.