El joven Aladino solo pensaba en divertirse. Un día, un astuto mago lo convenció para que lo siguiera hasta el campo, encendió un fuego y le echó unos polvos mágicos. Apareció una enorme puerta de piedra y el mago dijo: “Solo tú puedes levantar la puerta y encontrar el tesoro: pero no te lleves nada, excepto la lámpara”.