Un tórrido día del verano de 1996, el avión en el que viajaban Osama bin Laden y algunos amigos y familiares, aterrizó en una pista muy cerca de la ciudad afgana de Jalalabad, situada en la región oriental del país. El activista de origen saudí contaba entonces con escaso equipo, pocos seguidores y mínimo apoyo local. Pero conseguiría crear en cinco años una organización que llevaría a cabo el ataque terrorista más espantoso y devastador de la historia