Al Ándalus, una aportación notable del iberismo a la españolidad y a la historia y antropología euro-mediterránea. Hasta tal punto esta aportación es sólida y propia, que el andalucismo, en cuanto movimiento regionalista de alcance limitado, deberíamos trocarlo por el concepto más amplio, propuesto en este volumen, de andalusismo. La presente obra constituye la tercera y última parte de la trilogía antropológica e histórica iniciada con Lo moro. Las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico (Anthropos, 2002), y seguida de El mito de al Ándalus. Orígenes y actualidad de un ideal cultural (Almuzara, 2012). Aborda el lugar de al-Ándalus en el marco interpretativo español, ilustrando algunos de los caminos por los que el mito andalusí se ha insertado en la cambiante narración histórica de España. Al-Ándalus ha aportado y sigue aportando a la interpretación histórica un cierto nivel de conflictividad, que posiciona a los historiadores, e incluso a la opinión pública, a favor y en contra del papel jugado en la historia peninsular. Esta polaridad no permite observar objetivamente la particularidad del fenómeno histórico andalusí. Hasta tal punto la aportación andalusí es sólida y continuada, que podríamos hablar de un andalusismo —con s—, persistente a lo largo del tiempo, que sería capaz, según la hipótesis motriz de este libro, de iluminar muchas de las posibilidades establecidas secularmente por España en general, y Andalucía en particular, en relación con el mundo árabe e islámico, fuese cual fuese el circunstancial régimen político. Esas potencialidades, contradictorias sin lugar a dudas, son vueltas a interpretar aquí con la pretensión de cambiar el eje del debate actual, atrapado en el pro y en contra, y sus maniqueísmos. Para lograr que la historia peninsular tenga su carácter completo y pleno, es necesario el reconocimiento hispánico de al-Ándalus como un hecho histórico-antropológico cargado de positividad —que representa una versión creativa, y por ende heterodoxa, del Islam político en su propio tiempo—, que se proyecta referencialmente hacia el futuro, en medio de un mundo más problemático y multipolar.