En este libro, el autor parece empeñado en demostrar que cualquiera puede atreverse a ir de safari, sin que sea necesaria una naturaleza de hierro ni una puntería digna de Búfalo Bill. Los relatos corresponden a tres safaris modestos - tres pequeños safaris - de antílopes y búfalos realizados en Zimbabwe y Tanzania respectivamente, durante los años noventa, en compañía de otro amigo cazador. Deja retratadas, eso sí, unas imprescindibles figuras de contraste: los tres cazadores profesionales y sus rastreadores de color, cuyas diferentes personalidades y maneras de entender la caza africana imprimen un carácter distinto a cada safari. Más nada de profundas reflexiones, sino sencillas narraciones de los lances vividos y que cada cual se saque la conclusión oportuna. Los negros se ríen, como siempre que cae algo. Me resulta muy curiosa la risa de esta gente. Desde luego tienen un sentido del humor muy distinto al nuestro. Se ríen de cosas que a nosotros no nos provocan el menor sentido de hilaridad. En alguna parte he leído que en su cultura - al menos en la bantú y la bosquimana - la risa traduce exteriormente una especie de sentimiento de solidaridad con el sufrimiento ajeno. Esto es, que si alguien se da un golpe y se hace daño, la risa de los demás no supone burla por la torpeza de quién se ha golpeado, como ocurriría entre nosotros, sino solidaridad con su dolor. ÍNDICE: Los cazadores de Matabele Descubriendo África uno mismo Mi primer antílope Esperando facos en la charca Una sorpresa en el Fletcher´s Ranch Un hipo en el río de los pioneros Siguiendo huellas en el bosque En busca de Eland El desconfiado Eland El kudú del lecho seco del río Impalas en la sabana El campamento de Inyati A solas en el bus Los búfalos de Ruaha De Dar es Salaam a Maji Moto La cebra herida Al otro lado del Ruaha Nervios y francolines En los alrededores de Hidunda El búfalo de las altas hierbas Kubwa moto sana Un koroma en el ruaha Topis y Sukumis Pensando en volver