Las formas de mirar la adolescencia han cambiado: el malestar del adolescente es menos biológico y mental que social, pues no se debe tanto a su dificultad de integrarse a su propio cuerpo como a la de integrarse al cuerpo social. La verdadera crisis corresponde más bien a los adultos, incapaces desde hace más de veinte años de responder debidamente a las transformaciones del individuo púber.