El hombre está llamado, desde su nacimiento, a una relación con Dios. Y los padres, desde ese primer momento de la vida de sus hijos, no pueden obviar esa faceta tan importante que marcará su camino a la felicidad. Enseñar a los hijos a rezar, a confiar en Dios y a cuidar su vida espiritual es enseñarles a vivir con una actitud radical y fundamental todos los hechos y situaciones de su vida.