Las corrientes migratorias europeas hacia Iberoamérica se desarrollaron de manera creciente desde el siglo XIX hasta el primer tercio del presente, afectando en mayor o menor medida a todos los países europeos. Los grandes movimientos migratorios decimonónicos y del primer tercio del siglo XX representan un fenómeno único en las relaciones económicas internacionales. De acuerdo con las estimaciones cuantitativas, entre 1846-1932, más de cincuenta millones de personas buscaron nuevos lugares de asentamiento y trabajo. En circunstancias políticas e históricas determinadas, el papel de la religión, de los acontecimientos políticos y las fricciones étnicas y bélicas en Europa resultan de vital importancia para explicar los llamados factores de expulsión de la población centroeuropea y mediterránea.