Al menos la mitad de los productos culturales del pasado son falsos o han sido alterados. Daniel Schávelzon documenta innumerables ejemplos: el impresionante Laocoonte, de origen mítico fabricado en realidad por Miguel Ángel Buonarroti durante su juventud falsaria; el robo de La Gioconda y la incógnita de las seis excelentes copias que un defraudador logró vender a coleccionistas americanos; muchos lienzos atribuidos a Rembrandt y Van Gogh. El autor ofrece una reflexión profunda sobre las falsificaciones artísticas y dirige su trabajo al campo de la arqueología en América Latina, donde se falsifican cuadros guatemaltecos, urnas zapotecas, cerámicas tlatelolcas y hasta códices incas.