Entre la biografía y la ficción, la obra de Jean Gattégno lleva a cabo una singular reconstrucción del conjunto de circunstancias, vicios, pasiones y personajes que marcaron el rostro diverso de Lewis Carroll, quien concibió un universo fantástico para desentrañar la red de correspondencias entre la realidad circundante y la extraordinaria lógica de un mundo interior.
Con el único objeto de divertir a una niña de siete años, Alice Liddell, Charles Dodgson, un joven profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, escribió, en 1862 y con el pseudónimo de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas. Carroll nunca imaginó que su cuento, publicado por vez primera en 1865, se iba a convertir en una de las narraciones más leídas de todos los tiempos. A fines del siglo XIX el mismo Carroll hizo esta versión infantil de su libro clásico, que se publica con las ilustraciones originales. Alicia para niños conserva intactas las virtudes del libro más extenso. Por seguir a un conejo blanco la pequeña Alicia entra en un mundo en que suceden las cosas más fantásticas y surgen personajes extraordinarios como la Liebre de Marzo, el Sombrerero, el Lirón, el Gato de Cheshire y la Reina de Corazones. Dirigido a la infancia, Alicia para niños ha demostrado a lo largo de 150 años que es un libro inagotable y fascinante para personas de todas las edades.
¿Qué fue antes, la palabra o el pensamiento?, ¿puede existir pensamiento sin palabras?, ¿qué es lo que existe, existe todo lo que se piensa, o viceversa?, ¿Qué queda después sino la palabra en la memoria? Este libro es una miscelánea de cuentos, narraciones, composiciones poéticas, reflexiones que tienen como marco literario la amistad entre el reverendo Dogson y Alicia. En sus páginas se dan cita personajes, autores y obras de la cultura universal, con referencias directas o «distorsionadas», que conforman el contenido de la obra, en el que matemáticas, lógica, retórica, literatura o filosofía se integran, con humor e ingenio, en la experiencia de la vida. La sorpresiva asociación de ideas y el juego de palabras marcan el límite preciso o impreciso entre la ficción y la realidad, entre la fantasía, la vigilia y el sueño.