Santa Isabel de la Trinidad (1880-1906) es una de las escritoras místicas más profundas y originales de los últimos siglos. En sus obras comparte su experiencia de vida y la ilumina con textos de san Pablo, del evangelio de san Juan y de san Juan de la Cruz, principalmente. Su mensaje es de sorprendente actualidad, pues nos enseña el camino de la interioridad, nos introduce en el núcleo de la fe cristiana y nos ayuda a vivir la santidad en la vida cotidiana, cada uno en su propio estado de vida, siendo dóciles a las mociones del Espíritu.
Tanto el Director como los prestigiosos colaboradores de esta obra singularísima no pretendieron con ella sino un objetivo único: brindar a cuantos deseen conocer su vida y descubrir y seguir las líneas maestras de su espiritualidad un estudio tan comprensible como profundo de lo que es en realidad su carisma eclesial, su perfil humano y su misión profética. El resultado fue esta obra magistral anclada en cuatro pilares: las fuentes doctrinales donde Isabel se inspiró; su experiencia teologal; su irradiación pastoral y, por fin, su proyección en el tiempo.
La oración de Isabel de la Trinidad, joven carmelita que murió a la edad de 26 años en el Carmelo de Dijon, en 1906, y fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 24 de noviembre de 1984, ha dado la vuelta al mundo. Esta oración, dirigida al Dios trinitario de los cristianos, es una extraordinaria exposición de su espiritualidad y un asombroso estímulo para la oración personal. Solemos decir que la oración es relación, diálogo entre el hombre y su Dios, preguntas y respuestas recíprocas Pero ¿qué significa esta aproximación cuando Dios es pluralidad, Trinidad? ¿A quién hemos de dirigirnos: al Padre, al Hijo o al Espíritu? ¿No es verdad que muchos cristianos tienen demasiado a menudo una percepción excesivamente abstracta y conceptual de la oración? JEAN RÉMY, sacerdote de la diócesis de Cambrai, afirma que el encuentro con su amiga Isabel cambió su vida. Él comenta aquí la oración Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro con las palabras de sor Isabel, a las que añade sus reflexiones personales, fruto de un largo itinerario espiritual con ella. Como afirma en el Prólogo sor Marie-Michelle de la Croix, priora del Carmelo de Dijon: "El camino hacia la unión con Dios está abierto a todos. Y cada uno es llamado a descubrir en su propia historia las huellas de su Señor. Pasando sin dificultad de lo más sublime a lo más concreto, el autor sabe mantenernos con 'los pies en la tierra' y el corazón en Dios.
Isabel de la Trinidad fue beatificada por Juan Pablo II en 1984. La suya fue una existencia que se derrama por completo a sí misma en el corazón de quien hoy sigue leyendo sus escritos. Este libro es el relato de una teología existencial. Es la experiencia vivida de Dios.
La cocina del Monasterio de las MM. Franciscanas Clarisas de Santa Isabel, situado en el centro de Valladolid, huele a dulce, a azúcar tostado, a canela, a esencias... a horno antiguo. De sus manos y del milagro cotidiano del trabajo con la harina y el azúcar, de las yemas y la manteca, salen cada día dulces, rosquillas, magdalenas o cañas que tienen el sabor de lo artesano.
La estructura de su mundo espiritual, el contenido y el estilo de su pensamiento teológico son de una densi-dad y de una consistencia sin quiebra (Hans Urs von Baltasar). La escala de su doctrina espiritual es amplia, de una riqueza poco común y de gran actualidad. Es una guía segura (Juan Pablo II) para aprender a vivir en ín-tima comunión con Dios en medio de la vida cotidiana moderna. En el diálogo interreligioso contemporáneo, ella es un extraordinario testigo de la Trinidad. Consagrada profetisa de la Presencia de Dios en todo ser humano, Isabel invita a los peregrinos del Absoluto a abrirse apasionadamente a la Luz, al Amor, a la Vida.
En tres partes claramente diferenciadas, recorre este conocido autor sus facetas más significativas de joven seglar, joven carmelita, hasta llegar a su misión carismática de vivir y contagiarnos lo de ser Alabanza de Gloria de la Trinidad. Algo que hay que interpretar como participación en el proyecto divino de transformación, que entraña la gloria de Dios (movimiento descendente) y la gloria del hombre (movimiento ascendente), en una unidad armónica de vocación y misión. Un libro, en fin, en el que, desde una visión unitaria de su vida y escritos, nos muestra su rica personalidad y la evidente proyección de su mensaje en la vida cristiana, religiosa y sacerdotal de hoy.
Nada como los escritos de esta joven, pero ya consagrada maestra espiritual, para recordarnos ese don y tarea que tenemos para vivir en diálogo con la Trinidad dentro del cielo de nuestra misma alma.
La oración de Isabel de la Trinidad, joven carmelita que murió a la edad de 26 años en el Carmelo de Dijon, en 1906, y fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 24 de noviembre de 1984, ha dado la vuelta al mundo. Esta oración, dirigida al Dios trinitario de los cristianos, es una extraordinaria exposición de su espiritualidad y un asombroso estímulo para la oración personal. Solemos decir que la oración es relación, diálogo entre el hombre y su Dios, preguntas y respuestas recíprocas Pero ¿qué significa esta aproximación cuando Dios es pluralidad, Trinidad? ¿A quién hemos de dirigirnos: al Padre, al Hijo o al Espíritu? ¿No es verdad que muchos cristianos tienen demasiado a menudo una percepción excesivamente abstracta y conceptual de la oración? JEAN RÉMY, sacerdote de la diócesis de Cambrai, afirma que el encuentro con su amiga Isabel cambió su vida. Él comenta aquí la oración Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro con las palabras de sor Isabel, a las que añade sus reflexiones personales, fruto de un largo itinerario espiritual con ella. Como afirma en el Prólogo sor Marie-Michelle de la Croix, priora del Carmelo de Dijon: "El camino hacia la unión con Dios está abierto a todos. Y cada uno es llamado a descubrir en su propia historia las huellas de su Señor. Pasando sin dificultad de lo más sublime a lo más concreto, el autor sabe mantenernos con 'los pies en la tierra' y el corazón en Dios.