Villaespesa escribió su drama poético Hernán Cortés en Ciudad de México. Dos meses antes de publicarlo en la editorial Vda. De Bouret, el 2 de octubre de 1917, lo leyó ante intelectuales, escritores y periodistas y días después ante el presidente Carranza. El estreno de la obra tuvo lugar en el Teatro Arbeu el 9 de marzo de 1918, generando una enorme polémica y división de la crítica a tenor de la carga simbólica que la figura del conquistador extremeño poseía en México. El autor almeriense, partiendo sobre todo de la crónica de Bernal, crea un obra cuyo tema de fondo histórico, desarrollado en los meses anteriores a la conquista de Tenochtitlán, no le impide tejer una triple intriga de aventura, traición y amor, con algunos pasajes de enorme fuerza dramática o lírica, y donde se reivindican el amor entre Malinche y Cortés como la fusión racial fundadora del mestizaje mexicano. Esta obra, nunca publicada en España ni reeditada en México, junto a la cuidada edición y la documentada y rigurosa introducción, permiten rellenar un importante vacío en el conocimiento no solo del teatro de Villaespesa sino asimismo de su estancia y actividad social y literaria en México entre mediados de 1917 y de 1919.
Poeta singular, contemporáneo de Juan Ramón Jiménez, con el cual tuvo algunos paralelismos: su gran imaginación, su versatilidad, su apasionamiento, su emotividad y su deseo de trascender las particularidades de Andalucía, de modo que todo el mundo pudiera y quisiera conocerla a través de su voz poética. Pero abordó muchos otros temas, entre ellos el amor y la muerte, escrbriendo numerosos poemas para niños. Villaespesa fue más precoz que Juan Ramón a la hora de componer versos, que anotaba por todas partes en cualquier momento, y militó, como él, en las filas del Modernismo, siendo amigo de Benavente, y seguidor de Rubén Darío y Antonio Machado.
Francisco Villaespesa (1877-1936) merece ser considerado uno de los mejores poetas del Modernismo español. De manera muy temprana, sus libros supieron plasmar con maestría la renovación lírica impulsada desde América por Rubén Darío. Thule, título de esta antología, no sólo alude a una de las obras principales que consagró al autor, evoca también el reino ideal del arte y el mito con que desafiar la prosa del mundo. Por estas páginas desfila toda una geografía de la imaginación poblada de crepúsculos, cisnes, esfinges femeninas, paraísos artificiales, solitarios parques de otoño y sonámbula música de fuentes que dibujan la sensibilidad compleja de la modernidad, pero también la expresión de la melancolía y el enigma vital que nos adentra en el reino interior del Simbolismo. Aquí reside lo más valioso de Villaespesa: un lirismo matizado y sentimental que intensifica la sugerencia para interrogarse sobre el alma de las cosas abismándose en el misterio de la naturaleza.
La narrativa completa del principal exponente del modernismo español. Francisco Villaespesa (1877-1936) es una de las figuras más notables del modernismo español. A los veinte años de edad se trasladó a Madrid para dedicarse al periodismo, y más tarde recorrió varias veces la América española como empresario teatral y recitador de sus poemas. Ferviente admirador de Rubén Darío, fue su mejor discípulo y el más fiel continuador de su estilo. Villaespesa gozó en vida de una popularidad inmensa, y su fecundidad como poeta fue asombrosa; de esa vasta producción sobresalen un centenar de poemas de auténtica maestría y belleza. En su narrativa Villaespesa revisita lo que para él constituyen los hitos de la cultura desde la antigüedad hasta sus días, ocupando, como en el resto de su obra, un lugar muy destacado el Oriente musulmán y todo lo relativo a su cultura. En este volumen se recogen todas las novelas cortas de este admirable autor, cuya figura merece a todas luces una urgente reivindicación. Lo encabeza El último Abderramán, ambientada en la ciudad nazarita de Granada, con la Alhambra como su epicentro de ficción; un bello canto a su pasado narrativo más querido y la importancia que desprende el monumento, tanto en el ámbito sociológico como en el cultural y artístico. Frente a tanta belleza, afloran los celos y la envidia del emir Muhamed II hacia el valeroso protagonista del relato, Abderramán. Al hilo de esa historia, Villaespesa desgrana la más completa y encendida alabanza de la vega y el cielo granadinos.