Este ensayo histórico es una aproximación a un tipo de gente que vivía en una zona oscura de la sociedad desde antes de la Segunda Guerra Mundial, cuya existencia discurría por lugares y asuntos diferentes de los que ocupaban a la mayor parte de las personas. Habitantes de lugares de sombras y dedicados a actividades misteriosas que en los años de la Ocupación se hicieron aún más raros, más distintos de los demás, del resto de la gente con quien no compartían ni el destino ni los temores. Es lo que hicieron, cada uno a su modo, César González Ruano, Pedro Urraca, Albert Modiano y André Gabison.
Fue uno de los mejores articulistas del pasado siglo, uno de esos periodistas-escritores a los que se cita continuamente, pero a los que nadie, o casi nadie, vuelve a leer. De prosa incisiva, ingeniosa, imprevisible, César González-Ruano (1903-1965) plasmó las menudencias de la vida diaria con un lenguaje fresco, de frase corta, que quedaron reflejadas en miles de deliciosas columnas. Prologado por Francisco Umbral, Diario íntimo 1951-1965 se estructura año a año. Cada año, a su vez, registra todos los meses. Hay algunos saltos -días en que no escribe nada-, pero las anotaciones, desde el punto de vista cronológico, suelen guardar bastante regularidad. Unas veces surge la frase melancólica: «Salí al café Gijón a las diez, pero me volví a casa antes de las doce. El que nevara me despertó no sé cuantos más afanes de hogar sobre los que ya tengo de ordinario». O salta la chispa: «El alemán Haas me hace una fotografía. Hace viento. Le digo que el viento es muy fotogénico». Y el humor: «Vino a almorzar Fernández Flórez. Está cada día más joven. Le pregunto hasta dónde se propone llegar»...
Bajo el título general de Ángel en llamas, que es también el de uno de sus mejores libros, se recoge en este volumen una muy amplia selección de la poesía de César González-Ruano (1903-1965), que alcanzó la veintena de libros publicados. Por encima de sus otras obras (sus magistrales artículos, sus memorias y diarios, sus novelas), González-Ruano quiso ser primero (en el tiempo y en el deseo) poeta. Involuntariamente al margen del grupo escogido del 27, tiene Ruano una voz poética personal, reconocible en sus diversas etapas: modernismo tardío, ultraísmo, surrealismo... Aunque dejó de publicarlos en 1945, cansado de su escasa repercusión en el panorama poético español, Ruano siguió escribiendo poemas como una necesidad íntima. Esta antología recoge, pues, más de cuarenta años de una escritura que su autor abordaba sabiendo que «la poesía pertenece al milagro». J. L.
César González-Ruano (Madrid, 1903-1965) pertenece más a la Literatura que a la Historia de la Literatura. Enumerar los géneros que tocó González-Ruano es recorrer todas las habitaciones de ese castillo de Barba Azul que es la literatura; poesía, novela, teatro, artículo periodístico, ensayo literario, biografía, libro de viajes, entrevista, diario, memorias... Todo le tentó, todo lo hizo como al acaso, sin sistema, desordenadamente y, sin embargo, en todo supo poner algo de su vida y de su arte, dándole a su obra ese secreto y melodioso tintineo que avisa al oído experimentado de que la moneda que suena es de ley y que ostenta el contraste infalsificable la buena literatura. Cincuenta años después de su muerte, su obra aún no recibe la atención que merece, pero no hay duda de que se está produciendo una lenta revalorización, de la que es buena muestra la serie de reediciones llevadas a cabo por la Fundación Cultural Mapfre Vida. Entre sus novelas y relatos cabe destacar La inmolada (1926), Circe (1935), Manuel de Montparnasse (1944), Ni César ni nada (1951) y Cita con el pasado (1954). También debemos resaltar, en su obra teatral, La luna en las manos (1934), los libros memorialísticos Madrid entrevisto (1934), Siluetas de escritores contemporáneos (1949), Veintidós retratos de escritores hispanoamericanos (1952), Diario íntimo 1951-1955 (1970) y en especial sus memorias, tituladas Mi medio siglo se confiesa a medias (1951), que ahora publicamos, y que pueden considerarse, sin duda, una de las más importantes del siglo XX en su género. Entre sus libros periodísticos podemos resaltar Caliente Madrid (1961), el póstumo Trescientas prosas (1976) y, sobre todo, los tres gruesos volúmenes recopilados por Miguel Pardeza y publicados por la Fundación Cultural Mapfre Vida, que reúnen sus artículos de prensa. Debe recordarse que escribió numerosas biografías, entre ellas las de Baudelaire, Unamuno, Mata-Hari y Casanova. En cuanto a su obra poética, que va del modernismo a la poesía confesional pasando por el ultraísmo, el surrealismo e incluso la poesía neopopular, están: Poemas del invierno (1921), Estancias de solitario (1922), Viaducto (1925), Fervor de Bilbao (1926), Aún (1934), Misterio de la poesía (1938), Ángel en llamas (1941) y Balada de Cherche-Midi (1944). Quizás el secreto del arte de González-Ruano esté en la perfecta armonización de los contrarios. De ahí que su prosa tan resabiada y sutil sea a la vez tan aparentemente vigorosa y espontánea, tan llena de pasión y de escepticismo, de ternura y de crueldad, de curiosidad por todo y de desgana ante todo. En pocos escritores se adivina tan a las claras como en él que el estilo es el hombre, que vida y estilo deben corresponderse íntimamente, sin frivolidades ni componendas, en la obra de todo verdadero escritor.