Aunque muchos responsables de la vida teatral de este país parece que lo ignoran, los años 90 evidenciaron la emergencia y la consolidación de una nueva generación de dramaturgos en lengua catalana que se preparaba para marcar el rumbo de la escena en el inminente siglo XXI. Madurez y juventud se entrelazan en esta obra, no solo por la mezcla de frescura y solidez estéticas que formalmente la caracteriza, por su bien conseguido equilibrio entre novedad y consistencia, informalidad expresiva y rigor estructural, sino también por la temática generacional que el texto plantea, con su dramático encuentro-desencuentro de “jóvenes” y “viejos”, de padres e hijos, de seres consanguíneos separados/unidos por la grieta del tiempo.