En el verano de 1943, el Ejército alemán preparada una ofensiva a gran escala. Su ataque tenía como objetivo cercar y atrapar de Kursk. Así, el III Reich tendría el camino expedito para una campaña decisiva que dejara la URSS fuera de la guerra. Pero los soviéticos habían convertido el saliente en una casi inexpugnable masa de posiciones defensivas. En el choque que siguió, los soviéticos desangraron a las unidades acorazadas alemanas y, después, tomaron la iniciativa. Su contraofensiva fue el principio de un avance general que acabaría en las ruinas de Berlín.