: Que una cadena de gruesos eslabones de oro, con un crucifijo engarzado en zafiros y diamantes, permaneciera durante cientos de años en la n'ganga de una casa en Guanabacoa resulta un enigma inquietante. ¿A quién perteneció esta joya que cuesta una fortuna y será subastada en Nueva York muy pronto? La Habana de dos épocas diferentes estructura esta novela de Antonio Arroyo. En una volanta amarilla de persianas verdes, enfundado en su sombrero de ala ancha, el Obispo de Espada combate los males que aquejan a la iglesia más poderosa y corrupta de América en pleno siglo XIX. Por su parte, el doctor Tomás Romay y el padre Félix Varela serán compañeros de avatares del prelado a favor de la educación pública y de su lucha contra las enfermedades, el racismo y la ilegalidad manifiesta en la que se mueven algunos miembros eclesiásticos. El conde de O´Donnell, quien representa el espíritu más retrógrado de ese período, es el antagonista que intenta poner a Espada contra la pared. En los almendrones (taxis privados) se monta el que puede y no el que quiere. Así está la ciudad de ahora mismo, donde Lola Alegría, Alejandro, Sandra, Marina, Leonid y muchos otros luchan por el día a día de la manera que sea. Lenguaje duro en ocasiones, sexo explícito, marginalidad a ultranza y una violencia perturbadora se adueñan de La Habana contemporánea. Nada aquí es lo que parece. Es mucho peor.