Las lenguas han sido durante siglos las articuladoras del espacio político y de la subjetividad creadora. Las lenguas identifican culturas, otorgan nacionalidades y definen los límites de la autoridad. La coexistencia normal de varias lenguas en espacios compartidos que define el siglo XXI reclama que cuestionemos un espíritu monolingüe que entorpece nuestras evoluciones sociales, políticas, culturales y personales. Las contribuciones que recoge este volumen nos llevan a disfrutar de nuestra condición posmonolingüe a la vez que miran con ojos críticos el monolingüismo que nos encorseta.