Perfilar satisfactoriamente qué fue Gasteiz va a ser una compleja tarea de años. Los propios indicios expuestos en el presente trabajo nos advierten de que, a pesar del gran avance que suponen, sólo estamos empezando a entrever cuál fue su verdadera envergadura. Con todo, el viejo estereotipo queda ya definitivamente superado; Gasteiz no será más, como a finales del siglo XVIII la describió Floranes, esa «cortísima aldea de Álava»; no será, como en el XIX insistió Colá y Goiti, aquella «pobre, solitaria y empinada aldea»; y tampoco será, como a principios del siglo XX sugirió Serdán, «una aldea, insignificante como muchas, de escasísimo vecindario, sin otra característica que su situación geográfica».