Decían los alquimistas que la naturaleza era la sabia composición de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Tal vez en su busca llegaron hasta Compostela los primeros peregrinos o aquellos viajeros románticos que, como Irving, Dumas o Merimée, encontraron en tierras españolas su dosis de pasión y exotismo. Incluso es posible que lo hicieran quienes, ya en el siglo XX, cambiaron las brumas atlánticas por la luz mediterránea. Posiblemente, España es una síntesis perfecta de los cuatro elementos, símbolos de vida.