Todas las pruebas apuntan a que la abuela Ira es una bruja. Viste ropas negras, usa patines y tiene verrugas peludas en la cara y un gato negro que se llama Lucifer. A los trigéminos Golbrini la idea de tener que quedarse con ella unos días les espanta, y más cuando descubren la exótica receta con la que va a presentarse a un concurso de cocina. A la abuela, por su parte, la visita de sus nietos le viene de perlas para preparar ese plato tan exquisito con el que piensa ganar: Niños en salsa de nueces.