A mediados de la década de los 90 del siglo XX, en los inicios del trabajo que aquí se presenta, la noción de «comunidad» que había facilitado a los antropólogos una identidad y justificado una particular movilidad por todo el planeta se empezaba a desmoronar ante el empuje de los procesos de mundialización; procesos que invitaban a los sincretismos y las hibridaciones de toda clase y, por extensión, desanimaban a una comprensión de una comunidad como si de un islote cultural se tratase. Así las cosas, ¿era posible a finales del siglo XX llevar a cabo una etnografía en una comunidad tradicional sin perder de vista las clásicas visiones estructurales de la cultura pero añadiendo nuevos temas de estudio y nuevos posicionamientos teóricos? Esta obra fue un intento. El texto se construyó sin renegar de lo que podemos llamar «universo cultural pasiego» pero dando el peso necesario a los cambios que lo difuminan y lo vuelven poco discernible
, retomando temas tradicionales (la muerte, el trabajo, la enfermedad, la sociedad) pero incluyendo otros que lo son menos (la alimentación o la sexualidad)
y, en general, dando visibilidad a lo que era invisible
Así, el autor construye un texto histórico y contemporáneo, con fecha de caducidad, la que tarden en concretarse nuevos cambios que den una nueva vuelta de tuerca a una identidad (la pasiega) poco reconocible con los parámetros a los que estábamos acostumbrados.