Salud y enfermedad son conceptos que no han podido desprenderse de sus implicancias antropomórficas. Es que los sentimos como algo personal e íntimo, y por eso no podemos tomar distancia para estudiarlos de un modo objetivo. De ahí las dificultades, señaladas por Mario Bunge, para que surja una medicina teórica que permita distinguir de un modo universal cuándo nos encontramos frente a un caso de enfermedad, sea psíquica o sea somática. Carlos Norberto Ferruelo, con su concepto de noxa, es el primero que ha podido elaborar una definición exacta de la enfermedad, a condición de considerar al ser humano como una totalidad integral e integrada, abarcando tanto al cuerpo como a la mente, entendidos como dos polos inseparables de un mismo proceso viviente. No se ha logrado una visión semejante del hombre desde los fracasados intentos de la filosofía de la naturaleza del romanticismo por volver a unir los dos lados del fenómeno humano, que Descartes había separado al sentar las bases de la ciencia moderna, y cuya separación continúa incluso en el tratamiento que Lacan le diera a las relaciones entre el sujeto simbólico y su cuerpo pulsional.