La Carta a los Hebreos es él único escrito del Nuevo Testamento que atribuye a Cristo el título de Pontífice o Sumo Sacerdote. No obstante, al llamarlo así no lo hace en el sentido en que se entendía el pontificado del sacerdocio veterotestamentario, pues el autor conoce perfectamente que, para ser sacerdote según la ley mosaica, era necesario pertenecer a la tribu de Leví. La novedad de esta atribución radica en que el sacerdocio de Jesús posee unas cualidades que lo hacen eminentemente superior al sacerdocio del AT.