Todos somos naturaleza. Humanos, seres vivos y objetos inanimados estamos construidos con los mismos materiales. No obstante, ninguno es igual a otro. Nuestra semejanza radica en el hecho de que estamos formados por los mismos elementos químicos. El oxigeno que forma parte de las moléculas del agua de nuestros cuerpos es igual al que produce una planta al contacto con la luz y al que viste de óxido ciertos objetos largamente olvidados a la intemperie. Todo se transforma permanentemente. Nuestras moléculas se destruyen, se reconstruyen, se combinan, se multiplican, , se desechan. Muchos seres vivos compartimos la forma en que ocurren estas transformaciones, cuya realización vuelve con frecuencia necesario que los elementos de las moléculas se separen unos de otros, es decir que se rompan enlaces y se formen nuevos. Para ayudar a esto es necesaria la participación de otras moléculas y ciertas condiciones. Decididos a averiguar lo que somos, la investigación de la estructura y funcionamiento químicos de la naturaleza ha sido, sino el primero, sí quizá el paso más sencillo para lograrlo. A través de ella hemos descubierto muchísimas cosas por demás interesantes.