El tema central de la investigación que aquí se presenta es el de la confrontación en 1868, de dos principios de legitimidad, el monárquico y el democrático, y su engarce con el conflicto social subyacente. La revolución, que impuso el sufragio universal, culminaba un periodo de decadencia del legitimismo dinástico y fue factible gracias a la defección de una parte importante de las capas dirigentes. El temor a la pérdida de privilegios sociales, lastró el combate ideológico en torno a la Monarquía, puesto que, frente a esta consagra institución, la República se veía, por unos y otros, como la expresión más avanzada de un radicalismo democrático, que podría abril las puestas al igualitarismo social. La crisis política permanente que caracterizó al Sexenio incubó una reacción de las clases conservadoras, triunfante finalmente en la Restauración de 1874. Pero también condujo a un nuevo planteamiento de la legitimidad monarquía, congruente desde entonces con el respeto a la política parlamentaria.