Este no es el clásico tratado sobre las relaciones entre «ciencia y fe». El estimulante proyecto de este libro consiste en explicar el mundo de la ciencia a quien se ocupa de la fe y en explicitar los desafíos que la ciencia –y en particular la astronomía, con su lenguaje, sus presupuestos, sus problemáticas– lanza a la teología y a la Iglesia. Así pues, aquí, unos hombres de ciencia, que son al mismo tiempo hombres de fe, muestran cuán preciosas son para el pensamiento teológico y para la acción pastoral las preguntas y las aportaciones de la ciencia. Y es que los beneficios del progreso científico no están reservados a unos pocos y privilegiados «expertos en estas materias», sino que deben contribuir a una comprensión integral del hombre y de su lugar en el universo.