Ciudad y Mediterráneo son unidades culturales indisociables. Es imposible separar el devenir histórico del mar de mares sin hacer alusión a la revolución neolítica, cuando surgen las ciudades propiamente dichas, el en Próximo Oriente mediterráneo, a las polis griegas, con sus sistemas de autogobierno, a las ciudades romanas, integradas en un Imperio que abarcaba por vez primera todo el mar, al Islam norteafricano y turco y sus estrecha vinculación con la ciudad-medina, a las urbes renacentistas, entre las que sobresalen las repúblicas comerciales y sus extensiones talasocráticas, y por supuesto a la ciudad contemporánea con sus reformas urbanísticas, portuarias o balnearias. Momentos, tipologías y unidades a los que habría que añadir un largo etcétera. La ciudad mediterránea es un hecho indiscutible que habla por sí solo de las culturas que circundan el mar. Pero el Mediterráneo también es un espacio civilizacional, donde se acumulan sedimentos estratigráficos de la historia y se producen reflejos de la memoria social y cultural, los cuales tienen en las ciudades su archivo predilecto. Los notables de las urbes mediterráneas se han instituido en los valedores y conservadores tanto de la ciudad, como creación cultural, como de sus memorias plurales. A la díada Ciudad y Mediterráneo este texto añade la categoría Memoria. Una memoria siempre en movimiento, capaz de generar tanto espejismos y mitos como de alumbrar grandes verdades bajo la luz del sol. El libro La ciudad mediterránea: sedimentos y reflejos de la memoria, pluridisciplinar y colectivo, trata de desentrañar e interpretar esos mundos, dando especial relevancia a sus expresiones literarias.