Cuenta Ovidio que Ayante, sintiéndose merecedor y digno aspirante a las armas de Aquiles por las hazañas realizadas frente a los inexpugnables muros de Troya, se enfrentó al hijo de Alertes en mítico combate verbal. Sin embargo, este titán, este coloso, el más valiente de los aqueos tras el propio Aquiles, fue doblegado por el cobarde y astuto Ulises, el hombre retórico, quien, a su vez, venció aquel día al sentido común y a la verdad. Cuenta Dostoievski que era un joven ruso llamado Raskólnikov retorció hasta tal punto las palabras y los conceptos que acabó por subvertir los valores, llegando a creer (aunque no a sentir) que el robo y el asesinato eran buenos. Así empezó a pensar que se había convertido en un nuevo Napoleón; aún es más, que había llegado a ser un nuevo dios, un Hombre-dios... ¡Qué insana soberbia!