En el quicio de un nuevo siglo y milenio, aparece nuevamente la persona como el más valioso de los bienes, digno de admiración y de asombro. El reto al que apunta este libro es el de elaborar todo un proceso de personalización teórico-práctica, desde la concepción de persona como realidad abierta, situada entre el tiempo y la eternidad, consciente de su vulnerabilidad e inventora decidida de nuevas posibilidades creativas. Desde esa idea-marco, se muestra una descripción de la persona en su dimensión relacional, esbozando una cierta filosofía del amor y de la amistad; no se deja de lado la posibilidad de crecimiento personal en las situaciones-límite de fracaso y de culpabilidad y se abre una puerta al diálogo entre fe y razón, al tratar el acceso de la persona a Dios. Desde las claves del personalismo comunitario de Jean Lacroix, estas páginas ofrecen un modo concreto de ser persona haciéndose.