Cuando me paro a pensar en el Meaus de mi infancia y juventud y lo comparo con el Meaus de hoy, suelo pensar: ¿cómo es posible que se haya perdido tanta población, tanta actividad, tanta vida...? Aquella aldea repleta de gente mayor, de juventud, de niños, de animales... era como un hormiguero de personas hacendosas sin parar de trabajar de un lado a otro pero siempre haciendo: unos labrando las tierras, otros guiando las yuntas atadas a los carros que chirriaban por los caminos y las calles de la aldea, cargados de leña, de esquilme para las cuadras y de buenas cosechas de patatas, centeno, maíz, de hierba y muchas cosas más.