La actual crisis, provocada por quienes nos gobiernan, pone de manifiesto la debilidad de quienes ostentan el poder. Su comportamiento, lejos de procurar el bien común de los ciudadanos, deriva hacia un servilismo al capital, con la única finalidad de obtener el enriquecimiento particular. La avaricia, la gula y la lujuria son vicios constantes de nuestros políticos y gobernantes cuya manifestación social más palpable es la corrupción existente en la actualidad. La demagogía de nuestros gobernantes hace que principios como la solidaridad, igualdad y bienestar social sean usados como medios para atraer votos, sin ser realmente el fin de un gobierno. La enseñanza y el empleo son los pilares básicos de cualquier sociedad desarrollada, cimientos que en la nuestra se han olvidado. En esta obra el autor nos propone el cristianismo como doctrina reguladora de la situación actual.