Años turbulentos que no admiten la sola explicación de la guerra fría ni las presiones de Estados Unidos sobre México ni la personalidad agria de Díaz Ordaz. Hay un conjunto de factores, entre otros, el hecho de que la Revolución mexicana, resuelta en mito, no admitía críticas sino alabanzas. En ese ambiente turbio, enrarecido, sujeto a todas las pasiones, nacieron las cartas entre Carlos Fuentes y Arnaldo Orfila. El lector hallará en ellas el entusiasmo y la lucidez unidas. Fuentes muestra, a lo largo de esta correspondencia, su actitud vibrante y combativa. Está lleno de futuro. A Fuentes, sin duda, le hubiera correspondido, después de Octavio Paz, ocupar el cargo, meramente simbólico de presidente de nuestra República de las Letras. Pero lo cierto es que Carlos Fuentes, y eso se advierte con entera claridad en estas cartas, siempre fue el embajador de nuestras letras. Sin duda, el mejor de los embajadores, el que abría las puertas de revistas y editoriales a los jóvenes, el que acudía en defensa de los intereses de las letras españolas y de América Latina. El atentado contra el FCE y su director sorprendió a Fuentes en Europa. En el FCE, el escritor había publicado ya La región más transparente y sus vínculos con Arnaldo Orfila Reynal habían sido, desde tiempo atrás, constantes. De inmediato y sin vacilar, Fuentes toma el partido de Orfila y, gracias a sus múltiples y excelentes relaciones, pide a sus amigos la colaboración más estrecha con la empresa editorial que surgía. Así, Julio Cortázar, Octavio Paz, K. S. Karol, por sólo mencionar algunos, deciden colaborar con Orfila en la aventura libertaria que fue Siglo XXI Editores, la editorial que en su solo nombre se abría hacia el futuro.