Hace 56 millones de años, un brusco incremento de los niveles de carbono en la atmósfera provocó un aumento de la temperatura de la Tierra. La temperatura de los océanos aumentó entre 5 y 8 grados centígrados en la superficie, numerosas zonas del planeta sufrieron lluvias torrenciales, la evolución biológica de los organismos vivos se vio fuertemente modificada y los océanos se acidificaron. Después de 250.000 años, los valores de temperatura volvieron a sus condiciones previas. El registro de este evento se encuentra especialmente bien presentado en las rocas que hoy día constituyen los Pirineos. Este hecho es un ejemplo más de que la Tierra ha estado expuesta a enormes variaciones climáticas a lo largo de una historia de más de 4.500 millones de años, donde el cambio ha sido la norma, no la excepción. El reto actual es discernir qué parte de él puede formar parte de la variabilidad del clima y qué parte puede ser debida a la acción del hombre. La respuesta a esta pregunta debemos buscarla en el pasado, en los cambios y la mutabilidad que, desde siempre, han caracterizado al clima. Alejandro Robador Moreno es doctor en Ciencias Geológicas por la Universidad del País Vasco/EHU y científico titular del Instituto Geológico y Minero de España. Durante su vida profesional ha dirigido y participado en numerosos proyectos de cartografía geológica, tanto en la península ibérica como en Sudamérica y la Antártida. Sus temas de investigación incluyen la sedimentología, la estratigrafía y la reconstrucción paleoclimática del Cretácico y Paleógeno noribérico.