«YO NO SOY TURISTA, SOY VIAJERO». ¿Cuántas veces hemos oído esta sentencia en los últimos tiempos? El turismo masivo nació en la segunda mitad del siglo XX, como una industria esencial para impulsar la globalización. Supuso la democratización del viaje en las sociedades más acomodadas, haciéndose extensible a una bolsa de población que hasta entonces no había podido viajar por placer. Sin embargo, con el paso de las décadas, la manera de viajar ha ido evolucionando. Entre los resorts vacacionales «todo incluido», los bloques de hormigón en primera línea de playa y los cruceros low cost atestados hasta la bandera, ha ido abriéndose paso un nuevo tipo de viajero que ya no es turista: es el NO TURISTA. Y es que ¿cómo diferenciarse de la masa cuando lo que haces ya no es algo exclusivo?