Lo falso se ríe a todas horas de nosotros, nos planta obstáculos, nos engaña, por veces nos hipnotiza, se pinta de verdadero y a menudo nos arrastra tras de sí hasta que alza su máscara y nos muestra lo que en realidad era: puro engaño, ilusión palmaria y endeble creencia insostenible. De todas formas, si enfilamos lo falso con las precisas preguntas, si, cogiéndolo por la solapa lo zarandeamos y lo atosigamos hasta llegar a ver cada una de las puntadas de sus más íntimos forros, sin duda lograremos descubrir su precaria consistencia y hacerlo caer derrotado ante nuestros propios ojos, capaces así de alzarse sobre él. Tendido lo falso sobre el suelo, por fuerza sólo ha de quedar en pie lo verdadero.