Las vidas de Santa Clara y San Francisco son apasionantes. Merece la pena conocerlas. Los dos fueron capaces de dejar a un lado lo que interesaba a sus amigos y empezar algo nuevo. Fueron de la gente que en su tiempo era despreciada. Desde hace más de ochocientos años han abierto caminos nuevos para que vivamos el Evangelio a través de la fraternidad, la pobreza, la sencillez y la alegría.