Francisco de Herrera el Mozo (1627-1685) fue uno de los grandes talentos del arte barroco en España, dado que ejerció como pintor y también como arquitecto, grabador y escenógrafo. Fue sin duda el artista que más impulsó el proceso pictórico hispano hacia la plasmación de formas plenamente barrocas, aparatosas y dinámicas. Realizó su formación en el seno del taller paterno y, por ello, sus primeros conceptos artísticos debieron de estar vinculados al recio y vigoroso naturalismo practicado por su progenitor, Francisco de Herrera el Viejo. Ninguna noticia poseemos de su juventud excepto su matrimonio en 1647 que, por razones desconocidas, se disolvió en pocos meses. En Italia, se dedicó a perfeccionar sus conocimientos artísticos estudiando a los maestros del pasado y también a los grandes pintores de su momento, que protagonizaron el barroco en Roma. A su regreso de Italia, trabajó en Sevilla, pudiendo llegar a fundar en 1660 junto con Murillo una academia de pintura, de la cual fue primer presidente. Sin embargo, decidió instalarse en la corte madrileña, donde sin duda alguna tuvo la pretensión de ser nombrado pintor del rey, cargo que terminó obteniendo y que compaginó con el de maestro de las obras reales.