La aparición en inglés del primer volumen de El moderno sistema mundial supuso en 1974 el comienzo de una verdadera revolución en la historiografía y un fuerte impulso al renacimiento de la sociología histórica. Más allá de las discrepancias y las polémicas a las que ha dado y está dando origen, esta obra es ya un clásico. Su argumento central es que el moderno sistema mundial toma la forma de una economía-mundo capitalista que tuvo génesis en Europa en el largo siglo XVI e implicó la transformación de un modo de producción tributario o redistributivo específico, el de la Europa feudal, en un sistema social cualitativa mente diferente. Desde entonces la economía-mundo capita- lista se ha extendido geográfica mente hasta abarcar todo el globo; ha seguido un modelo cíclico de expansión y contracción y una localización geográfica variable de los papeles económicos (el flujo y el reflujo de las hegemonías, los movimientos ascendentes y descendentes de los distintos centros, periferias y semiperiferias), y ha sufrido un proceso de transformación secular, incluyendo el avance tecnológico, la industrialización, la proletarización y el surgimiento de una resistencia política estructurada al propio sistema, transformación que está aún en marcha. Este tercer volumen de El moderno sistema mundial abarca lo que Wallerstein llama "segunda era de la gran expansión de la economía-mundo capitalista", de 1730 a 1850. En él se estudian la llamada revolución industrial inglesa, la revolución de independencia norteamericana, la revolución francesa y la independencia de los países sujetos hasta entonces a la corona española, en función siempre del desarrollo de la moderna economía burguesa. Estos acontecimientos representan un fortalecimiento y una consolidación del sistema capitalista mundial, en el que se suprimen las fuerzas populares y su potencial queda constreñido a las futuras transformaciones políticas: habrá que esperar al siglo XIX para presenciar cómo esas fuerzas populares constituyen toda una nueva estrategia de lucha.