El pintor Joaquín Sorolla Bastida no ha sido objeto hasta el momento de un trabajo lo suficientemente extenso que tratase de analizar de forma pormenorizada su relación con la ciudad de Sevilla, abarcando tanto los aspectos artísticos como personales. Consideramos que su trayectoria artística en nuestra ciudad merece una mayor atención que la dispensada hasta ahora. Si bien este trabajo no pretende lograr el ambicioso objetivo de aportar un estudio completo de la obra y del sentir del artista en nuestra ciudad, sí pretende llenar en parte ese vacío existente en torno a la figura de Sorolla y Sevilla, reclamando un genuino reconocimiento de la innegable relevancia que la capital andaluza tuvo en el pintor valenciano. Esta relación del pintor con la ciudad, no fue como se verá a lo largo de este trabajo, una atracción a primera vista, sino más bien se trató de una labor de seducción a lo largo de los años y del tiempo. Siempre existió entre los dos ese sentimiento amor-odio, que hace que las relaciones amorosas se vivan de una forma intensa y pasional. Continuamente existirá en los sentimientos del artista una dualidad permanente, una lucha constante entre el deseo y la negación, entre el disfrute y el sufrimiento, entre el desengaño y la pasión, hasta caer rendido a su belleza... así amó Sorolla a Sevilla, mimándola como a una niña a través de sus pinceles.