Jules Supervielle confesaba que sólo a fuerza de simplicidad y de transparencia conseguía abordar sus secretos esenciales y decantar su poesía profunda. Afán que compartió con Jorge Guillén, quien, como Rafael Alberti, Mariano Brull, Manuel Altolaguirre y Pedro Salinas, tradujo al castellano algunos de sus poemas. Supervielle trabó amistad además con Unamuno, Eugenio dOrs, Corpus Barga, Fernando Vela, secretario de la Revista de Occidente, y con Ramón Gómez de la Serna a quien se parecía por su humor breve y melancólico, y tradujo al francés El martirio de Santa Eulalia de García Lorca. Decía Supervielle que «el poeta dispone de dos pedales, el claro, que le permite llegar a la transparencia, y el oscuro, que va hasta la opacidad», y añadía: «yo creo que raramente le he dado al pedal oscuro. Si oscurezco lo hago naturalmente y no hay en ello, así lo quisiera yo, más que el velo de la poesía». Para traerlo de nuevo a la luz ofrecemos esta selección de sus poemas y prosas acompañados de análisis, recuerdos y entrevistas de quienes le conocieron.