La ciencia se ha convertido en algo demasiado importante -y, a la vez, demasiado humano- para dejarla exclusivamente en manos de los científicos. Un análisis transversal, y no puramente disciplinar y disciplinario, de «esa cosa llamada ciencia» ha puesto de relieve durante los últimos años la importancia de factores y elementos éticos, estéticos, históricos, sociales, teológicos y de género que permiten resituarla de modo más modesto dentro del conjunto general de las actividades humanas, más acá de pretensiones de verdad transcendentalistas, exclusivas y excluyentes.