Durante el periodo de reconfiguración imperial del Mediterráneo, que se acelera a mediados del XIX, viajeros españoles influenciados por el ideario africanista y condicionados por la deriva del colonialismo de ultramar, empezaron a recorrer el imperio marroquí dejando constancia de sus experiencias. La práctica viajera forjó diferentes Orientes, reales e imaginarios, compuestos por una sucesión de falsos decorados con el denominador común del exotismo, tan necesario en una Europa cada vez más industrializada, convulsa pero anodina. Sin embargo, las particularidades existentes entre España y Marruecos generaron un orientalismo único, localizado al sur y mucho más utilitario que divagador. Con la revisión poscolonial y feminista, la literatura de viajes se reinterpreta desde una perspectiva crítica para elucidar las implicaciones de la divulgación de unas representaciones culturales eurocéntricas y unas geografías imaginarias enraizadas en una concepción del mundo sesgada por los intereses de expansión territorial y una visión de la alteridad basada en la desigualdad.