El impacto del paisaje musical que Debussy creó nos llega de una forma clara y explícita, en sus obras orquestales. Es el impacto de una imaginación sensual y expresiva, y obtiene su energía y su sentido de una respuesta sumamente sensible al mundo de la naturaleza y al simbolismo de las artes en general. Debussy defendió ferozmente su independencia. “Hago música para servir a mi arte con lo mejor de mis habilidades y sin ninguna otra preocupación”. Sólo quiso hacer y expresar lo que sentía, cultivando el momento pasajero, la vida de los sentidos, la música como una realidad inmediata.A principios del XX Debussy escribió: “Todo sonido que escuchamos a nuestro alrededor se puede reproducir. Todo lo que un oído fino percibe en el ritmo del mundo circundante se puede representar musicalmente”. El resultado fue un mundo sumamente imaginativo de sutiles armonías y ritmos; melodías y acordes formados a partir de escalas de tonos enteros y otras escalas desacostumbradas. Al mismo tiempo que Schöenberg realizaba a su manera la liquidación de la tonalidad en Das Buch der hängenden Gärten, Debussy escribía a un amigo: “Estoy cada vez más convencido de que la música no es una cosa que se pueda meter de modo natural en una forma tradicional y fija. Está compuesta de timbres y ritmos. El resto es un montón de charlatanería inventada por imbéciles sin emociones que van sobre las espaldas de los maestros... La música es un arte joven desde el punto de vista de la técnica tanto como del conocimiento”.