Con ocasión del vigesimoquinto aniversario de su pontificado, Juan Pablo II recoge en esta Exhortación las conclusiones del Sínodo de los obispos del mundo que se celebró en el Vaticano entre el 27 de septiembre y el 30 de octubre de 2001. "Viviendo como hombres de esperanza y reflejando en el propio ministerio la eclesiología de comunión y misión, los Obispos deben ser verdaderamente motivo de esperanza para su grey."