La negligencia de Marte nos somete. Un ramillete de órbitas agoniza en su pozo de nostalgia. Los ojos que danzan en silencio se deleitan sobre los lugares donde descansan restos de sondas: son reminiscencias de antiguos fracasos; y los éxitos, ya cadáveres, abandonados en un mundo seco y frío. De vez en cuando, una tormenta remueve alguna de las tumbas y los fantasmas se arrojan nuevamente al canal. No es posible que el centinela parpadee, tampoco consigue oírlo, pero lo que arrebuja las carcasas deformadas es, en realidad, el murmullo de remotos pobladores.