A través de la biografía de la reina Sancha, la cual está muy unida a la de su marido, Alfonso II -el primer rey de Aragón y conde de Barcelona que gobernó conjunta y legítimamente ambos territorios-, pero también a la de su hijo y sucesor Pedro II, se pueden observar los esfuerzos del matrimonio real por afianzar las estructuras adecuadas para el mantenimiento y el realce de la Corona, dar estabilidad a los territorios del sur de Francia y neutralizar a la nobleza rebelde catalana, así como por restablecer las relaciones con Castilla, que se habían quebrado debido a las complicadas circunstancias del reinado de Ramiro II. Sancha, además de colaborar en la política real, nos dejó su propio legado con la fundación de Santa María de Sijena, desde donde apoyó la educación de las jóvenes de la nobleza y la casa real y favoreció la cultura tanto con su aportación a la ornamentación artístico-religiosa del monasterio como con la protección que ella y su marido prestaron a los mejores autores literarios de la época, los trovadores.